viernes, 30 de enero de 2009

El Viaje Perpetuo

Como el noventa por ciento de los hombres, en el fondo quiero estar siempre donde no estoy, allá de donde acabo de huir…

Y la verdad es que sólo sentado en el coche, entre el lugar que acabo de dejar y el otro al que me dirijo, soy feliz, sólo en el auto y en el viaje soy feliz, soy el más infeliz de los recién llegados que puede imaginarse, llegue a donde llegue, en cuanto llego, soy infeliz. Soy de esas personas que, en el fondo no soportan ningún lugar del mundo y sólo son felices entre los lugares de donde se marchan o a los que van.
Thomas Berndhard, El Sobrino de Wittgenstein
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Ante la imposibilidad de siempre estar en movimiento, el hombre ha diseñado estrategias de evasión; una evasión perpetúa de si mismo y de todo lo que lo rodea. Y ya sea a través de la saturación de las percepciones, o de la facilidad con que el ser humano es capaz de abandonarse a la ilusión cotidiana de vivir la vida de otros, el hombre moderno casi siempre logra mantener su fuga. Pero no siempre la fuga dentro de los límites impuestos por las convenciones sociales y culturales es suficiente para olvidarse de si mismo; a veces, se necesita más que eso y entonces el impulso que conduce al hombre a la desesperanza lo hace brincar hacia el vacío: experiencias extremas de violencia, drogas y otros paraísos artificiales abren sus alas a la dispersión de la conciencia y entonces sí, el viaje conduce a los espacios en los que la muerte susurra continuamente su presencia.
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Regresando al viaje interminable sugerido por Berndhard: ir en un auto de un lugar a otro, siempre en movimiento, tratando de que casi no haya estaciones, paradas, pausas de ningún tipo; acaso permitirse sólo algunos altos diarios para dormir un poco, para orinar, defecar, comprar comida y agua y, luego, continuar el viaje, como esos niños pequeños que sólo pueden dormir cuando están en movimiento. Y sentir que nunca verdaderamente se abandona ningún sitio y, sobre todo, que siempre se está a punto de llegar a algún otro lugar; como una promesa que está a punto de cumplirse, interminablemente. Pero mientras eso ocurre, no existe motivo de preocupación: la vida es entonces un puro movimiento.

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