sábado, 31 de mayo de 2008

El Juego de no Encontrarse

Pero ¿qué hace usted en mi armario?
Un japonés descubre que una mujer llevaba varios meses viviendo escondida en su casa
REUTERS - Tokio - 30/05/2008

Un japonés de 57 años intrigado por la desaparición de alimentos en su cocina, decidió colocar una cámara oculta y descubrió que una mujer que vivía en un armario de su casa desde hacía meses, según informa la prensa local japonesa.
El hombre, un desempleado que vive en la ciudad de Fukuoda (sur de Japón), descubrió el pasado miércoles que una intrusa deambulaba por su casa mientras él estaba fuera, mediante las imágenes que la cámara enviaba a su teléfono móvil. Llamó a la policía y cuando los agentes se presentaron en la casa, encontraron a una mujer de 58 años que se había instalado en un armario que el hombre no utilizaba. Dentro, guardaba un colchón y botellas de agua.
Para sorpresa de la policía, al ser interrogada, la mujer declaró su molestia ante la detención argumentando, inicialmente, que era el hombre quien con amenazas la había obligado a vivir confinada en el armario. Al confrontar su historia con algunas inconsistencias en la declaración del hombre, la policía de la ciudad de Fukuoda determinó investigar con mayor profundidad las particularidades de este caso.
-No sé porque él decidió abandonar el juego. No lo entiendo. Me siento traicionada.
-¿Cuál es ese juego?
-El juego de no vernos nunca, de saber que ambos estábamos bajo el mismo techo y no encontrarnos jamás. Lo que él nunca entendió es que yo tenía la ventaja. ¿No cree usted que es más fácil vivir y acechar a los demás desde la privilegiada posición de una sombra? Él era quien se sentía observado, no yo, créame.
-¿Cuándo terminaría el juego?
-Cuándo uno de los dos cediera y le abriera la puerta al otro, o cuando nos encontráramos… o cuando alguno de los dos muriera.
-¿Qué cree que va a pasar ahora?
-¿Piensa usted que se puede vivir mucho tiempo sin su sombra? Yo creo que no.

Noticia sin alteraciones:
http://www.elpais.com/articulo/gente/hace/usted/armario/elpepugen/20080530elpepuage_6/Tes

jueves, 24 de abril de 2008

Raga, mi hijo y yo

Rāga (en sánscrito राग "rāga" (masc.) significa literalmente "color" o "modo, estado de ánimo").

Amanece y nosotros escuchamos música de la India. Vamos en el automóvil y observamos las nubes, el cielo que es rojo, naranja y azul, las nubes que se desgranan desde el horizonte. Los automóviles avanzan y nos pasan mientras nosotros escuchamos, en silencio.

-Papá, qué bonita música. Parece la música de un lugar donde hace mucho calor, donde hay mucho Sol. Parece la música de Teotihuacan, de las pirámides y de todas las piedras que hay ahí.
...

La Raga, en la música de la India, se basa en una serie de cinco notas musicales o más, sobre las cuales se fundamenta una melodía. En la tradición musical india, los raga se interpretan según la hora del día y la estación del año.

lunes, 24 de marzo de 2008

Nebojša Vasovic

Tomo del Blog de Guillermo Vega (quien a su vez los encontró en el suplemento cultural del diario La Jornada) algunos de los aforismos del autor Serbio Nebojša Vasovic.

Cito aquí sólo aquellos que después de leerlos permanecieron vibrando en mi conciencia. Preguntas, indagaciones, enigmas: palabras cercanas, todas.

Van antecedidas de una pequeña introducción.

“Nebojša [Neboisha] Vasovic (1953), poeta, ensayista y polemista serbio, vive en Toronto (Canadá) desde 1988. Ha publicado varios libros de poesía, ensayos y estudios críticos.

El autor insiste en que sus Diarios son una obra abierta, no adherida a ideas predeterminadas y que, incluso, deja la posibilidad de recibir opiniones opuestas acerca de la percepción de los mismos fenómenos; es decir, el autor escribe no para evitar las contradicciones, sino para fijar lo que fue percibido en un determinado momento. Asimismo, estos apuntes, por su naturaleza, más que del discurso filosófico, se encuentran cerca de la poesía, el diario y el diálogo.”

Es interesante cómo el hombre, cuyo cuerpo se compone de setenta por ciento de agua, es tan avaro cuando se trata de las lágrimas.

Lo que está enterrado más hondo, se excava con las manos.

A un dictador constantemente se le critica por la ausencia de ideas. Pero, ¿acaso el hombre no domina mejor a los otros cuando no tiene idea alguna?

En nuestras vidas, generalmente, actuamos papeles secundarios. ¿Qué papeles, entonces, actuamos en las vidas ajenas?

En los ancianos se puede percibir cierto pudor, propio sólo de ellos. Se avergüenzan no tanto de seguir vivos, a pesar de su ancianidad; ellos se avergüenzan de aquello que han vivido y que la muerte no podrá borrar.

Aquello que perdimos, paulatinamente se vuelve aún más grande. Aquello que conservamos, paulatinamente disminuye.

jueves, 6 de marzo de 2008

Asilo

Muchas veces he pasado por ahí y sólo en dos ocasiones he visto que la puerta se abre. En las dos, un ataúd era llevado al exterior. Del interior, varios rostros pálidos y envejecidos contemplaban la maniobra.
Pienso en que, sin yo quererlo, he sido partícipe de un juego en el que los dados han estado cargados hacia el negro; hacia una cara en la que cada punto ha reventado y sólo ha dejado una gran mancha. Entonces yo cierro los ojos y sé que detrás de esa negrura invariablemente está la puerta; una puerta que nadie quiere abrir porque el hacerlo significa que por ahí habrán de llegar los hombres que alternativamente traen o un ataúd o una camilla. Ninguna cosa más. Sin embargo, todos los que viven en ese lóbrego edificio saben que cada vez que abren la puerta, es la muerte quien aprovecha esa oportunidad y se desliza al interior. Es así como, una vez que se han llevado al enfermo o al cadáver, la puerta se cierra y la muerte permanece ahí, observando desde sus órbitas vacías a los ancianos, buscando de entre ellos a aquel que habrá de ser la siguiente llave al exterior; al aire que por unos minutos habrá de recorrer cada rincón del edificio, aclarando el rosto impávido de toda esa gente entre la que habrá de hacer su próxima elección.

Callar

Los veo y sé de su capacidad de abandonarse al mal, de simplemente agachar la cabeza y dejarse envolver por las enormes alas que van cubriendo el cielo. Bajo su sombra, todos callan y entonces el silencio se levanta, traslúcido, como una cortina hecha de palabras que nadie puede oír.

Porque en el centro están los muertos.

Y todos saben dónde están y tienen miedo de decirlo; de que sus palabras los acerquen a los cuerpos que nunca terminan de pudrirse en la memoria; aquellos que se doblan y que abren sus bocas en señal de mudo horror; extendidas las manos y los pies y los nervios que se agitan renegridos y secos como las ramas de un árbol que nadie quiere ver.

Porque todos saben dónde están y todos callan.

sábado, 1 de marzo de 2008

Vidas y Obsesiones

Pequeños galería de personajes en los que la obsesión funde la vida; la abrasa.

Recojo estos trazos y los traigo aquí. Nada que agregar, por ahora.

Ferdinand Cheval (1836-1924). Caso paradigmático de artista marginal. Empleó 33 años en construir lo que él denominaba el palacio Ideal. El francés Cheval trabajaba de cartero. Un día de 1879, mientras hacía su ronda, tropezó con una piedra que, según aseguró, por su forma y características fue la inspiradora del palacio. Por la noche volvió a ese lugar a por más piedras. Durante los 33 años siguientes se dedicó a recoger piedras de forma “agradable”, aprovechando su ruta de cartero. Se las metía en los bolsillos, y al final utilizaba una carretilla. En una placa inscribió: “10.000 jornadas, 93.000 horas, 33 años de esfuerzos”. Lugar inhabitable, fruto de lecturas sin esquema y sueños angustiosos, el palacio que construyó posee capillas, laberintos, rosetones, cascadas, columnas, salas inútiles, frutas y árboles de piedra, todo remite al cielo y al infierno. Quiso ser enterrado en su palacio, pero las autoridades se lo prohibieron, entonces dedicó los días que le quedaban a construirse un mausoleo en el cementerio de Hauterives, en la provincia de Drôme, donde está enterrado. El palacio fue declarado en 1969 patrimonio cultural.

Daniel Johnston (1961). Músico y pintor de culto, nacido en Sacramento, California, hijo de cristianos fundamentalistas. Diagnosticado de una grave enfermedad mental, su primer internamiento se dio la misma noche en que la MTV le dedicara un programa. Ha grabado 26 álbumes, cientos de canciones en casete, y posee miles de dibujos en libretas en los que representa a sus héroes: Capitán América y The Beatles, pero como antropomórficas criaturas tocando un piano para niños. Se dio a conocer en la época en que regalaba sus grabaciones en casete en las calles de Austin. Músicos de reputado prestigio han mostrado su admiración por quien consideran un “genio de la pureza”. La fama le sobrevino cuando, en 1992, el fallecido cantante de Nirvana, Kurt Cobain, salió en la televisión con una camiseta de Daniel Johnston. Inmediatamente, miles de jóvenes de todo el mundo empezaron a preguntarse quién era ese hombre. De él se cuenta que tras una grabación empujó a una anciana desde un segundo piso, ya que “estaba poseída por el diablo”. En estos últimos años sus biógrafos lo ubican en Houston, en el garaje de la casa de sus padres, rodeado de montañas de cómics, donde, según afirma, se pasa el día componiendo canciones, fumando cigarrillos y soñando. En 2006 fue incluido en la Bienal del Whitney Museum of American Art, todo un hito, referente y esperanza para tantos otros artistas marginales. Se mantiene gracias a una estricta medicación.

David Nebreda (1952). El artista madrileño David Nebreda constituye quizá el caso más radical de obra y vida outsider, lo que en su caso son la misma cosa. Su obra consiste en series y series de autorretratos, nunca manipulados, hechos en la más absoluta reclusión, que suelen remitir a temas religiosos, siempre cargados de un claro simbolismo ascético, y con una fuerte presencia del autocastigo. Nebreda pinta con su propia sangre, y utiliza sus propios excrementos. Una de sus obras más conocidas es la de su rostro cubierto por excrementos, que acumuló durante tiempo en su nevera con ese fin.
Nebreda lleva una vida absolutamente aislada, no sale de su casa de dos habitaciones, no ve la televisión ni lee periódicos, no mantiene contacto social con absolutamente nadie. Diagnosticado de esquizofrenia, hace años que ha renunciado a cualquier medicación. No consume droga alguna ni legal ni ilegal, y lleva una estricta abstinencia sexual. Con una técnica fotográfica impecable, sus autorretratos son casi lo único que conocemos de él. No es el paradigma del artista “loco” y arbitrario. Al contrario, su vida es una mecánica organización. La crítica liga su tratamiento de las formas y de la luz a la obra de El Greco. La exposición individual que se le dedicó en París en 2000 lo dio a conocer al mundo como quizá el artista outsider vivo –conocido– más importante. Lo más probable es que ese dato Nebreda ni lo conozca.

lunes, 25 de febrero de 2008

Yo, el Otro

“Para mí, explicaría, ser escritor es descubrir –luchando pacientemente durante años–, la segunda persona que se esconde en el interior de uno y el universo que convierte a esa persona en lo que es.”

Orhan Pamuk

martes, 19 de febrero de 2008

El Masajista

Muchos mensajes quedan grabados en el cuerpo, historias que se alojan entre los músculos, en los nervios, alrededor de los huesos. A veces se encuentran en lugares muy profundos. Otras, están apenas debajo de la piel. Cuando se las despierta, muchas de ellas estallan acompañadas de dolor, de tristeza, boca seca y lágrimas. Lo cierto es que nunca se puede anticipar cómo es que habrá de revelarse cada historia. Hay veces en que transcurren como un sueño, como algo que sucede detrás de un cristal opaco y que es difícil descifrar. Pero también hay historias que se muestran rabiosas, violentas, que casi se las puede sentir entre las capas de músculo agitándose como animal herido, como un parásito que lucha desesperadamente por huir. Cuando esto ocurre, mi tarea es evitar que ese algo que busca liberarse termine por desgarrarle el alma a quien lo alberga, y en ese momento sé que debo apresurarme, que la única forma de anular esa amenaza es que logre descifrar la historia que la anima. Entonces, un estremecimiento me recorre y no puedo evitar sentir temor al imaginar alguno de los posibles rostros que habrá de revelarse en esa historia. Así, cierro mis ojos y busco las imágenes que se van configurando en el contacto con el otro. Palpo con cuidado, como buscando la cerradura de una puerta que sé que, una vez abierta, habrá de conducirme por caminos de aire denso; caminos en los que los pies se hunden y en los que ya desde los primeros pasos se respira algo impreciso, la inminencia de un ahogo, una amenaza. Por ejemplo ahora, con este cuerpo delgadísimo que vino aquí buscando frenar su deterioro. Esta enferma y sabe que no le queda mucho tiempo. Esta tarde llegó como una sombra. Entró a la habitación, se desnudó y simplemente se tendió en la mesa de masajes, sin decir palabra. Yo observé el marcado trazo de sus huesos y sentí frío. El masaje inició y al poco tiempo tuve la sensación de que algo iba a ocurrir. El frío se hizo más intenso y de pronto la vi en un espacio oscuro, en un sitio en el que se respiraba humedad. Alguien lloraba y de inmediato supe que era esa mujer.
Cuento. Fragmento.

martes, 5 de febrero de 2008

Trasvesti

A Gerardo, Memo y Carlos, quienes estaban
conmigo cuando ocurrió la representación.
Está ahí, sentado frente a su acompañante y, entre una frase y otra, él piensa que en realidad está abusando de ella. Qué más da que haya sido así. Necesitaba a alguien y quién mejor que su eterna amiga gris. Pobrecita. Le había pedido que lo acompañara porque sabía que no podría hacer su representación a solas. Además, tampoco quería esperar más, retrasar el día en que al fin pudiera tomar sus prendas femeninas y elegir las que habría de portar para esa noche; el momento en que podría maquillarse cuidadosamente al tiempo que volvía a repasar, a solas, muchos de los gestos y ademanes que poco a poco había ido incorporando al repertorio que ensayaba cada noche ante el espejo.
Para esta ocasión, se encargó de elegir el sitio más visible y condujo hasta ahí a su acompañante. Una vez instalados, él comenzó la exhibición. Ahora, con su abundante cabellera rizada, el ademán de tomar una y otra vez un mechón y echarlo alternativamente de un lado a otro dejaba de ser sólo una mímica. Esta vez, el movimiento se acompasaba a ciertas frases, a la forma con que había aprendido a arrastrar la voz hasta casi convertirla en un susurro, en exclamación luego y finalmente en un silencio. Un segundo después él retomaba el ritmo de sus frases al tiempo que ladeaba la cabeza y dejaba que su mano se enredase en alguno de los mechones que caía sobre sus hombros. Y era precisamente la manera como él jugueteaba con su pelo lo que lograba atraer la atención de los demás, y cuando él se percataba de que las miradas eran de otros hombres, entonces el juego consistía en mantener esa atención. Anhelaba secretamente que esas miradas se regodearan en él tal y como podrían abandonarse en la contemplación de una auténtica mujer. Así, levantaba un brazo y sacudía sus pulseras o, con gesto teatral, llevaba la cabeza hacía atrás y jugueteaba con su collar de plata, ahora enredando sus dedos en él, ahora deslizando sólo un dedo, distraídamente, hacía su escote. En ese momento trataba de no pensar en sus manos masculinas y concentraba su anhelo en que aquel que la observaba no reparase en las formas de sus manos sino que, ese resbalar por el escote fuera capaz de guiar la fantasía, a través del contorno de sus senos, hacía un sueño en que él dejaba atrás cualquier señal de que había nacido hombre y finalmente podría abandonarse en su nueva identidad; en el sueño momentáneamente compartido de ser una auténtica mujer.
En este sueño nadie puede ver ya a su acompañante.

jueves, 31 de enero de 2008

Obesidad y Memoria

Un electrodo erróneamente colocado permite a un hombre recuperar la memoria

Los médicos pretendían reducir el apetito de un paciente obeso aplicando descargas eléctricas en el cerebro

Un profesor y su equipo, para quienes el descubrimiento ha sido una "completa sorpresa", buscaban durante la operación el punto del cerebro para tratar la obesidad del paciente, que se había sometido a todo tipo de tratamientos sin éxito. La cirugía cerebral era su última oportunidad. Mientras los médicos buscaban el punto del hipotálamo que se corresponde con el hambre, el paciente empezó a decir que estaba recuperando la memoria.
A partir de la operación, el hombre de 50 años y 190 kilos de peso, no ha dejado de recordar. Se trata de imágenes que, en general, datan de una época anterior al momento en que empezó a subir de peso. Por los datos que este hallazgo ha producido, los científicos han comenzado a preguntarse si este no puede ser el punto de partida de una revolución en los estudios que analizan el funcionamiento de la memoria y de lo que, como lo ha sugerido uno de los investigadores, la relación existente no sólo con ciertas condiciones anatómicas como puede ser la obesidad o delgadez, sino también con la posible conexión entre la percepción del sabor y la memoria. Esto no es ninguna novedad, sin embargo, lo que está llamando poderosamente la atención es la evidencia de que parece existir una relación entre el apetito o el deseo de comer ciertos platillos, con el tipo de imágenes que están siendo evocadas. Se ha encontrado que la memoria del paciente se pone en movimiento con recuerdos asociados a estados de tristeza o abatimiento cuando lo que ingiere son platillos dulces o de alto contenido calórico. Por otra parte, platillos de sabor ácido, se asocian a recuerdos de situaciones en las que sintió enojo o molestia. Estas constantes hacen pensar en la posibilidad de establecer lo que podría ser un código que, en futuras investigaciones, apunten a la manipulación de procesos de la memoria a través del estímulo del apetito o del gusto por probar ciertos sabores. Aún cuándo la investigación se encuentra en una fase inicial, el equipo a cargo de la misma, está probando ya la estimulación de la memoria del paciente mediante platillos cuya gama de sabores es cada vez más amplia. Esta idea y los sorprendentes resultados que ha comenzado a producir, ha llevado a uno de los científicos involucrados en la investigación a decir, en un tono de broma, que “no está lejano el día en que exista toda una ciencia cuyo fin último sea la elaboración de platillos capaces de guiarnos en la exploración de la memoria”.
El paciente no ha logrado bajar de peso, sin embargo, todo parece indicar que tanto él como el grupo de científicos que lo rodea y que controlan su alimentación, han dejado de considerar su obesidad como un problema.

Noticia real y no alterada:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/electrodo/erroneamente/colocado/permite/hombre/recuperar/memoria/elpepusoc/20080130elpepusoc_4/Tes

sábado, 26 de enero de 2008

Sombra

Suelo sentir una zozobra incontenible, una especie de metafísica congoja frente a la gente que obtiene lo que quiere. ¿Cuántas horas o minutos les tomará, me pregunto mientras los observo todavía con el premio en las manos o el ascenso o el nuevo amor o justo antes de partir a la otra ciudad, para sentir todo dentro y todo junto eso que el filósofo francés Nicolás Grimaldi denomina como el desencanto? La situación es bastante común: un buen día un hombre o una mujer desea algo. Luego, de preferencia ese mismo día, de preferencia inmediatamente después de desear, ese hombre o esa mujer se dedica a tratar de conseguir ese algo con disciplina y con ahínco y, si se puede, con pasión. Otro día, tal vez un día bueno, eso que era el porvenir, eso que era pura imaginación, se transforma en el presente, se vuelve percepción. El deseo, como se dice, se convierte en realidad, y el hombre y la mujer, en lugar de brincar de alegría o, para ser justos, apenas unos instantes después de hacerlo, se quedan mirando hacia el horizonte a través de la ventana —la boca abierta, las manos en alto, la interrupción. ¿Así que de esto se trataba todo?

Cristina Rivera Garza

http://www.milenio.com/mexico/milenio/firma.php?id=587688

Y yo me pregunto:¿cuánta gente vive anclada precisamente en la experiencia inversa, en la sensación circular de que nada de lo que desean logra cumplirse y entonces su vida se acostumbra a un perpetuo tono gris, a tratar de olvidarse poco a poco de ese ánimo que respira y se alimenta del deseo? ¿Es posible vivir así? ¿Cuánto tiempo puede pasar antes de que la lenta erosión del no desear termine por secar la vida, por hundirla en un marasmo infinito, en un tiempo sin estaciones, sin principio ni final?
Yo tengo la impresión de que casi todos los días trato con gente gris, con alguien que observa desde su rincón de sombra agazapada, inmóvil, tratando siempre de no hacerse notar. Alguien a quien, si se le llega a descubrir, sonríe borrosamente antes de volver a su escondite. Sin embargo, algunas veces la propia vida le hace caer en emboscadas, en situaciones en las que se ve obligado a responder algo, a hacer algún comentario o, simplemente, a fingir cordialidad y saludar. Entonces, ese alguien debe tender su mano de y dejársela estrechar, como una cáscara hueca que por un instante se abandona antes de retirarse con gesto de reptil.
Recuerdo la sensación de esas manos y no puedo dejar de sentir un vago horror, algo que se dibuja en el silencio, en sueños en los que siempre hay bruma y árboles secos y un camino que no va a ningún lugar; algo que tengo la impresión de que se esconde en los bordes de palabras turbias, en los párpados cerrados, atrás, debajo, más allá. Siempre oculto y al acecho; siempre enmascarado. Buenos días, cómo está usted, en qué le puedo ayudar, no tiene por qué darme las gracias; y después no queda nada, salvo la imagen de un rostro cenizo y una sensación como de asco, como cuando, sin quererlo, se toca el cuerpo viscoso de un gusano; el rastro de baba que va dejando tras de si.
Sombra, poco más, poco menos que una sombra.

martes, 15 de enero de 2008

Rostros conocidos

Hay días en que tengo la impresión de que cada rostro que observo me resulta conocido. Entonces, me dan ganas de parar a la gente y preguntarles si no nos hemos visto alguna vez, para luego continuar, ante su azoro, con preguntas como acaso no nos conocimos en la escuela tal o en aquel curso, o no sería que también trabajó hace ya bastante tiempo en tal o cual empresa y sé que si lo hiciera entonces tendría que afrontar cierta turbación y el gesto y la postura que oscilan entre la desconfianza y esa fría amabilidad que, finalmente, encuentra sus palabras en un cortante no, disculpe, pero a usted no lo conozco. Y sé que en ese instante parpadearía y observaría alejarse al otro al tiempo que yo me siento avergonzado. Pienso todo esto y me contengo. Observo a la gente y me repito que efectivamente no es verdad que tenga tantos conocidos, o que ese algo que creo reconocer en un gesto, en unos ojos, en la forma de una cara, no será capaz de llevarme a algún lugar. Sé que en mi memoria vibran recuerdos que no cesan de alejarse y que jamás podré alcanzar.

¿Cuántas veces no me he sentido como un ciego que de golpe fuese arrojado a tantear en la memoria, a palpar torpemente cada señal en el camino, a luchar por reconocer un movimiento, una mirada, el timbre de una voz?

Miro el espejo retrovisor de mi automóvil y una mujer que se maquilla en otro auto abandona su tarea. Después de unos momentos me sonríe, enigmática. No me parece conocida. Piso el acelerador y, sin mirar atrás, continúo con mi camino.

viernes, 11 de enero de 2008

Algunos días de Enero

Porque ¿quién no quiere detener el año antes de que nos ponga la misma revolcada de siempre?

Alonso Ruvalcaba
http://www.jornada.unam.mx/2008/01/11/index.php?section=opinion&article=a11o1gas


La excitación del ánimo y su inercia, el viaje que inicia en los primero días de Diciembre y cuyas estaciones día con día van sucediéndose en reuniones, encuentros, fiestas, saludos, abrazos (sobre todo abrazos); un tiempo que se trastoca, que revierte todos los ritmos para convertirse en una feria en la que se duerme poco, se come y bebe mucho y la gente se sitúa en una realidad que el resto del año le es ajena. Para mucha gente, se trata del ingreso temporal en un mundo más amable, tolerante y permisivo. Pero el plazo finaliza siempre y entonces un páramo inmenso se abre a nuestros pies; una realidad hostil, difícil de entender, en la que algunos son incapaces de reencontrar de nuevo su lugar, de sentir algún acomodo entre la resaca que aún se agita en su interior y el aire denso que se respira cada día de Enero y que cada año que transcurre pesa más.Yo me imagino que hay gente que de pronto ve a su alrededor y no sabe dónde está; que se mira las manos y no las reconoce como suyas y entonces una profunda tristeza los empuja hacia el vacío, hacía un espacio en el que es imposible distinguir el horizonte y donde el súbito cansancio y la desesperanza se acumulan como la arena de un reloj. Imagino entonces el momento en que la sensación de que se han cancelado todas las salidas extiende sus espinas en el pecho y se instala con ominosa claridad. Es el instante en que ya no es posible eludir el peso abrazador del sol y las noches caen sobre la piel y ahogan y sólo se puede descansar al abrigo de una sombra. Así, es fácil imaginar la posibilidad de desplegar las alas del suicidio, de dejarse ir desde la cornisa más alta hacia la oscuridad en que todo pierde sus nombres y se diluye en solo un golpe un silencio nada.

martes, 8 de enero de 2008

La anciana y el bebé

Rostro enjuto, piel terrosa; veo a una anciana que alimenta a su bebe. En forma mecánica, lleva la cuchara de un frasco de papilla a la boca sin dientes del infante quien, furioso, patalea y gime en los instantes que separan un bocado del siguiente. Tengo la impresión de que la mujer está en otro lugar, lejos del bebe y de su ansiedad. Así, sin dedicarle una mirada, continúa pausadamente su labor: frasco boca boca frasco.
De pronto, la mujer parece darse cuenta de algo y la cuchara queda suspendida entre el frasco de alimento y la boca siempre abierta del bebe. Veo entonces a la anciana lanzar una rápida mirada al rostro encendido del pequeño para luego, llevar la cuchara hacia su propia boca que se abre oscura, desdentada. Apenas toca la lengua el alimento, su rostro se transforma. Muecas de asco ahondan sus arrugas y la cuchara es arrojada al piso. La mujer tose y el bebe llora, enardecido.

viernes, 4 de enero de 2008

Reyes Magos: el cuarto Rey

Habla Juan Villoro:

Durante la Segunda Guerra Mundial, el escritor alemán Edgard Scharper se exilió en Finlandia y luego en Suecia, donde se convirtió a la iglesia ortodoxa y en 1961 publicó la novela "El cuarto Rey", basada en una leyenda rusa que también inspiraría "Gaspar, Melchor & Baltasar", de Michel Tournier. En esta versión de la leyenda, un monarca salido de las estepas se retrasa enormidades en su camino a Belén. A diferencia de los otros Reyes, no es ingenuo ni provoca catástrofes involuntarias. Su demora se debe a las continuas obras de caridad que hace en el camino. Avanza fatigosamente en un trineo, se conmueve tanto con cada niño que entrega los regalos previstos para Belén y debe buscar otros nuevos. Siempre pródigo, se rezaga en aldeas olvidadas. Su recorrido corresponde exactamente a la vida de Jesús: el Rey del frío llega con 33 años de atraso y contempla al niño hecho hombre en la cruz. No tiene más regalo que su alma.

En cierta forma, la leyenda del Rey fallido repara las omisiones de los otros Reyes: llega tarde con Jesús, pero beneficia a los demás niños en su nombre.

Yo prefiero creer en esta historia, en que el cuarto rey acompaña, como una sombra, a los otros tres; me gusta pensar en que es esa sombra la que atraviesa siglos y generaciones, como un espíritu que se perpetúa en su propia entrega.

Prefiero sentir la riqueza de este enigma.

jueves, 3 de enero de 2008

Viajes

Las puertas se abren y la gente se atropella en su salida. Los veo arrastrando maletas, cargando bolsas. Agitados, parecen decididos a ganar una carrera. Sin embargo, algunos avanzan con torpeza. Hay mujeres que tras haber dado sólo algunos pasos, se detienen resoplando. Luego, mientras tratan de recuperarse, las observo alentar a otros viajeros. Les gritan algo y parecen querer impulsarlos con sus gestos. Después recogen la maleta y reanudan su camino.
Es una absurda carrera que ocurrió en los primeros minutos del día uno del mes uno y que, seguramente, se repite cada año. Desde mi ventana, observo este tráfago y pienso en el sinsentido de ese ritual y sus ministros. Creer que esta simple acción mimética tendrá el poder de confabular el universo para colmar de viajes de placer a esa grey extravagante, es una insensatez.
Los observo y me pregunto sobre los resortes de esa lógica. Para aquellos que ya están ahí, instalados en esas coordenadas, ¿dónde están las señales que habrán de guiar al aprendiz de brujo en su camino hacia la fuente del placer y no, por ejemplo, al sacrificio? ¿Cómo se pueden manipular las fuerzas del destino para que la vida no se despeñe en un viaje hacia el desastre, a una expulsión de la patria, a un desarraigo forzado y sin retorno? ¿Cuántos viajes no habrán de acabar en otros ámbitos, más próximos a la soledad y al sufrimiento?
De todas formas, el viaje real ocurre. Se da en esos actos y en los días meses años subsiguientes, irremediablemente, hasta el final.