jueves, 31 de enero de 2008

Obesidad y Memoria

Un electrodo erróneamente colocado permite a un hombre recuperar la memoria

Los médicos pretendían reducir el apetito de un paciente obeso aplicando descargas eléctricas en el cerebro

Un profesor y su equipo, para quienes el descubrimiento ha sido una "completa sorpresa", buscaban durante la operación el punto del cerebro para tratar la obesidad del paciente, que se había sometido a todo tipo de tratamientos sin éxito. La cirugía cerebral era su última oportunidad. Mientras los médicos buscaban el punto del hipotálamo que se corresponde con el hambre, el paciente empezó a decir que estaba recuperando la memoria.
A partir de la operación, el hombre de 50 años y 190 kilos de peso, no ha dejado de recordar. Se trata de imágenes que, en general, datan de una época anterior al momento en que empezó a subir de peso. Por los datos que este hallazgo ha producido, los científicos han comenzado a preguntarse si este no puede ser el punto de partida de una revolución en los estudios que analizan el funcionamiento de la memoria y de lo que, como lo ha sugerido uno de los investigadores, la relación existente no sólo con ciertas condiciones anatómicas como puede ser la obesidad o delgadez, sino también con la posible conexión entre la percepción del sabor y la memoria. Esto no es ninguna novedad, sin embargo, lo que está llamando poderosamente la atención es la evidencia de que parece existir una relación entre el apetito o el deseo de comer ciertos platillos, con el tipo de imágenes que están siendo evocadas. Se ha encontrado que la memoria del paciente se pone en movimiento con recuerdos asociados a estados de tristeza o abatimiento cuando lo que ingiere son platillos dulces o de alto contenido calórico. Por otra parte, platillos de sabor ácido, se asocian a recuerdos de situaciones en las que sintió enojo o molestia. Estas constantes hacen pensar en la posibilidad de establecer lo que podría ser un código que, en futuras investigaciones, apunten a la manipulación de procesos de la memoria a través del estímulo del apetito o del gusto por probar ciertos sabores. Aún cuándo la investigación se encuentra en una fase inicial, el equipo a cargo de la misma, está probando ya la estimulación de la memoria del paciente mediante platillos cuya gama de sabores es cada vez más amplia. Esta idea y los sorprendentes resultados que ha comenzado a producir, ha llevado a uno de los científicos involucrados en la investigación a decir, en un tono de broma, que “no está lejano el día en que exista toda una ciencia cuyo fin último sea la elaboración de platillos capaces de guiarnos en la exploración de la memoria”.
El paciente no ha logrado bajar de peso, sin embargo, todo parece indicar que tanto él como el grupo de científicos que lo rodea y que controlan su alimentación, han dejado de considerar su obesidad como un problema.

Noticia real y no alterada:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/electrodo/erroneamente/colocado/permite/hombre/recuperar/memoria/elpepusoc/20080130elpepusoc_4/Tes

sábado, 26 de enero de 2008

Sombra

Suelo sentir una zozobra incontenible, una especie de metafísica congoja frente a la gente que obtiene lo que quiere. ¿Cuántas horas o minutos les tomará, me pregunto mientras los observo todavía con el premio en las manos o el ascenso o el nuevo amor o justo antes de partir a la otra ciudad, para sentir todo dentro y todo junto eso que el filósofo francés Nicolás Grimaldi denomina como el desencanto? La situación es bastante común: un buen día un hombre o una mujer desea algo. Luego, de preferencia ese mismo día, de preferencia inmediatamente después de desear, ese hombre o esa mujer se dedica a tratar de conseguir ese algo con disciplina y con ahínco y, si se puede, con pasión. Otro día, tal vez un día bueno, eso que era el porvenir, eso que era pura imaginación, se transforma en el presente, se vuelve percepción. El deseo, como se dice, se convierte en realidad, y el hombre y la mujer, en lugar de brincar de alegría o, para ser justos, apenas unos instantes después de hacerlo, se quedan mirando hacia el horizonte a través de la ventana —la boca abierta, las manos en alto, la interrupción. ¿Así que de esto se trataba todo?

Cristina Rivera Garza

http://www.milenio.com/mexico/milenio/firma.php?id=587688

Y yo me pregunto:¿cuánta gente vive anclada precisamente en la experiencia inversa, en la sensación circular de que nada de lo que desean logra cumplirse y entonces su vida se acostumbra a un perpetuo tono gris, a tratar de olvidarse poco a poco de ese ánimo que respira y se alimenta del deseo? ¿Es posible vivir así? ¿Cuánto tiempo puede pasar antes de que la lenta erosión del no desear termine por secar la vida, por hundirla en un marasmo infinito, en un tiempo sin estaciones, sin principio ni final?
Yo tengo la impresión de que casi todos los días trato con gente gris, con alguien que observa desde su rincón de sombra agazapada, inmóvil, tratando siempre de no hacerse notar. Alguien a quien, si se le llega a descubrir, sonríe borrosamente antes de volver a su escondite. Sin embargo, algunas veces la propia vida le hace caer en emboscadas, en situaciones en las que se ve obligado a responder algo, a hacer algún comentario o, simplemente, a fingir cordialidad y saludar. Entonces, ese alguien debe tender su mano de y dejársela estrechar, como una cáscara hueca que por un instante se abandona antes de retirarse con gesto de reptil.
Recuerdo la sensación de esas manos y no puedo dejar de sentir un vago horror, algo que se dibuja en el silencio, en sueños en los que siempre hay bruma y árboles secos y un camino que no va a ningún lugar; algo que tengo la impresión de que se esconde en los bordes de palabras turbias, en los párpados cerrados, atrás, debajo, más allá. Siempre oculto y al acecho; siempre enmascarado. Buenos días, cómo está usted, en qué le puedo ayudar, no tiene por qué darme las gracias; y después no queda nada, salvo la imagen de un rostro cenizo y una sensación como de asco, como cuando, sin quererlo, se toca el cuerpo viscoso de un gusano; el rastro de baba que va dejando tras de si.
Sombra, poco más, poco menos que una sombra.

martes, 15 de enero de 2008

Rostros conocidos

Hay días en que tengo la impresión de que cada rostro que observo me resulta conocido. Entonces, me dan ganas de parar a la gente y preguntarles si no nos hemos visto alguna vez, para luego continuar, ante su azoro, con preguntas como acaso no nos conocimos en la escuela tal o en aquel curso, o no sería que también trabajó hace ya bastante tiempo en tal o cual empresa y sé que si lo hiciera entonces tendría que afrontar cierta turbación y el gesto y la postura que oscilan entre la desconfianza y esa fría amabilidad que, finalmente, encuentra sus palabras en un cortante no, disculpe, pero a usted no lo conozco. Y sé que en ese instante parpadearía y observaría alejarse al otro al tiempo que yo me siento avergonzado. Pienso todo esto y me contengo. Observo a la gente y me repito que efectivamente no es verdad que tenga tantos conocidos, o que ese algo que creo reconocer en un gesto, en unos ojos, en la forma de una cara, no será capaz de llevarme a algún lugar. Sé que en mi memoria vibran recuerdos que no cesan de alejarse y que jamás podré alcanzar.

¿Cuántas veces no me he sentido como un ciego que de golpe fuese arrojado a tantear en la memoria, a palpar torpemente cada señal en el camino, a luchar por reconocer un movimiento, una mirada, el timbre de una voz?

Miro el espejo retrovisor de mi automóvil y una mujer que se maquilla en otro auto abandona su tarea. Después de unos momentos me sonríe, enigmática. No me parece conocida. Piso el acelerador y, sin mirar atrás, continúo con mi camino.

viernes, 11 de enero de 2008

Algunos días de Enero

Porque ¿quién no quiere detener el año antes de que nos ponga la misma revolcada de siempre?

Alonso Ruvalcaba
http://www.jornada.unam.mx/2008/01/11/index.php?section=opinion&article=a11o1gas


La excitación del ánimo y su inercia, el viaje que inicia en los primero días de Diciembre y cuyas estaciones día con día van sucediéndose en reuniones, encuentros, fiestas, saludos, abrazos (sobre todo abrazos); un tiempo que se trastoca, que revierte todos los ritmos para convertirse en una feria en la que se duerme poco, se come y bebe mucho y la gente se sitúa en una realidad que el resto del año le es ajena. Para mucha gente, se trata del ingreso temporal en un mundo más amable, tolerante y permisivo. Pero el plazo finaliza siempre y entonces un páramo inmenso se abre a nuestros pies; una realidad hostil, difícil de entender, en la que algunos son incapaces de reencontrar de nuevo su lugar, de sentir algún acomodo entre la resaca que aún se agita en su interior y el aire denso que se respira cada día de Enero y que cada año que transcurre pesa más.Yo me imagino que hay gente que de pronto ve a su alrededor y no sabe dónde está; que se mira las manos y no las reconoce como suyas y entonces una profunda tristeza los empuja hacia el vacío, hacía un espacio en el que es imposible distinguir el horizonte y donde el súbito cansancio y la desesperanza se acumulan como la arena de un reloj. Imagino entonces el momento en que la sensación de que se han cancelado todas las salidas extiende sus espinas en el pecho y se instala con ominosa claridad. Es el instante en que ya no es posible eludir el peso abrazador del sol y las noches caen sobre la piel y ahogan y sólo se puede descansar al abrigo de una sombra. Así, es fácil imaginar la posibilidad de desplegar las alas del suicidio, de dejarse ir desde la cornisa más alta hacia la oscuridad en que todo pierde sus nombres y se diluye en solo un golpe un silencio nada.

martes, 8 de enero de 2008

La anciana y el bebé

Rostro enjuto, piel terrosa; veo a una anciana que alimenta a su bebe. En forma mecánica, lleva la cuchara de un frasco de papilla a la boca sin dientes del infante quien, furioso, patalea y gime en los instantes que separan un bocado del siguiente. Tengo la impresión de que la mujer está en otro lugar, lejos del bebe y de su ansiedad. Así, sin dedicarle una mirada, continúa pausadamente su labor: frasco boca boca frasco.
De pronto, la mujer parece darse cuenta de algo y la cuchara queda suspendida entre el frasco de alimento y la boca siempre abierta del bebe. Veo entonces a la anciana lanzar una rápida mirada al rostro encendido del pequeño para luego, llevar la cuchara hacia su propia boca que se abre oscura, desdentada. Apenas toca la lengua el alimento, su rostro se transforma. Muecas de asco ahondan sus arrugas y la cuchara es arrojada al piso. La mujer tose y el bebe llora, enardecido.

viernes, 4 de enero de 2008

Reyes Magos: el cuarto Rey

Habla Juan Villoro:

Durante la Segunda Guerra Mundial, el escritor alemán Edgard Scharper se exilió en Finlandia y luego en Suecia, donde se convirtió a la iglesia ortodoxa y en 1961 publicó la novela "El cuarto Rey", basada en una leyenda rusa que también inspiraría "Gaspar, Melchor & Baltasar", de Michel Tournier. En esta versión de la leyenda, un monarca salido de las estepas se retrasa enormidades en su camino a Belén. A diferencia de los otros Reyes, no es ingenuo ni provoca catástrofes involuntarias. Su demora se debe a las continuas obras de caridad que hace en el camino. Avanza fatigosamente en un trineo, se conmueve tanto con cada niño que entrega los regalos previstos para Belén y debe buscar otros nuevos. Siempre pródigo, se rezaga en aldeas olvidadas. Su recorrido corresponde exactamente a la vida de Jesús: el Rey del frío llega con 33 años de atraso y contempla al niño hecho hombre en la cruz. No tiene más regalo que su alma.

En cierta forma, la leyenda del Rey fallido repara las omisiones de los otros Reyes: llega tarde con Jesús, pero beneficia a los demás niños en su nombre.

Yo prefiero creer en esta historia, en que el cuarto rey acompaña, como una sombra, a los otros tres; me gusta pensar en que es esa sombra la que atraviesa siglos y generaciones, como un espíritu que se perpetúa en su propia entrega.

Prefiero sentir la riqueza de este enigma.

jueves, 3 de enero de 2008

Viajes

Las puertas se abren y la gente se atropella en su salida. Los veo arrastrando maletas, cargando bolsas. Agitados, parecen decididos a ganar una carrera. Sin embargo, algunos avanzan con torpeza. Hay mujeres que tras haber dado sólo algunos pasos, se detienen resoplando. Luego, mientras tratan de recuperarse, las observo alentar a otros viajeros. Les gritan algo y parecen querer impulsarlos con sus gestos. Después recogen la maleta y reanudan su camino.
Es una absurda carrera que ocurrió en los primeros minutos del día uno del mes uno y que, seguramente, se repite cada año. Desde mi ventana, observo este tráfago y pienso en el sinsentido de ese ritual y sus ministros. Creer que esta simple acción mimética tendrá el poder de confabular el universo para colmar de viajes de placer a esa grey extravagante, es una insensatez.
Los observo y me pregunto sobre los resortes de esa lógica. Para aquellos que ya están ahí, instalados en esas coordenadas, ¿dónde están las señales que habrán de guiar al aprendiz de brujo en su camino hacia la fuente del placer y no, por ejemplo, al sacrificio? ¿Cómo se pueden manipular las fuerzas del destino para que la vida no se despeñe en un viaje hacia el desastre, a una expulsión de la patria, a un desarraigo forzado y sin retorno? ¿Cuántos viajes no habrán de acabar en otros ámbitos, más próximos a la soledad y al sufrimiento?
De todas formas, el viaje real ocurre. Se da en esos actos y en los días meses años subsiguientes, irremediablemente, hasta el final.