sábado, 10 de enero de 2009

El Profeta y el Mar

Ha regresado el profeta de su viaje al mar. Su prédica encendida se ha vuelto a escuchar en ese pueblo desértico, en su iglesia hecha de paredes de adobe y argamasa. La gente, día tras día, se deja mecer por sus palabras, como una marea que los arrastra y alivia de ese infierno de calor. El viento sopla y la predica se entrelaza con el sonido de olas que ascienden hasta el cielo. Así, el paraíso se sumerge en un frescor de océano donde los ángeles se confunden con sirenas y tritones y dios, poco a poco, se convierte en un anciano con tridente que rige los destinos de ese mar.
En cuanto a Cristo, él deja de tener cabida en este mundo. Nada es más lejano que el sacrificio de un hombre crucificado en un desierto. Lejano y condenado al lento olvido.

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