lunes, 24 de marzo de 2008

Nebojša Vasovic

Tomo del Blog de Guillermo Vega (quien a su vez los encontró en el suplemento cultural del diario La Jornada) algunos de los aforismos del autor Serbio Nebojša Vasovic.

Cito aquí sólo aquellos que después de leerlos permanecieron vibrando en mi conciencia. Preguntas, indagaciones, enigmas: palabras cercanas, todas.

Van antecedidas de una pequeña introducción.

“Nebojša [Neboisha] Vasovic (1953), poeta, ensayista y polemista serbio, vive en Toronto (Canadá) desde 1988. Ha publicado varios libros de poesía, ensayos y estudios críticos.

El autor insiste en que sus Diarios son una obra abierta, no adherida a ideas predeterminadas y que, incluso, deja la posibilidad de recibir opiniones opuestas acerca de la percepción de los mismos fenómenos; es decir, el autor escribe no para evitar las contradicciones, sino para fijar lo que fue percibido en un determinado momento. Asimismo, estos apuntes, por su naturaleza, más que del discurso filosófico, se encuentran cerca de la poesía, el diario y el diálogo.”

Es interesante cómo el hombre, cuyo cuerpo se compone de setenta por ciento de agua, es tan avaro cuando se trata de las lágrimas.

Lo que está enterrado más hondo, se excava con las manos.

A un dictador constantemente se le critica por la ausencia de ideas. Pero, ¿acaso el hombre no domina mejor a los otros cuando no tiene idea alguna?

En nuestras vidas, generalmente, actuamos papeles secundarios. ¿Qué papeles, entonces, actuamos en las vidas ajenas?

En los ancianos se puede percibir cierto pudor, propio sólo de ellos. Se avergüenzan no tanto de seguir vivos, a pesar de su ancianidad; ellos se avergüenzan de aquello que han vivido y que la muerte no podrá borrar.

Aquello que perdimos, paulatinamente se vuelve aún más grande. Aquello que conservamos, paulatinamente disminuye.

jueves, 6 de marzo de 2008

Asilo

Muchas veces he pasado por ahí y sólo en dos ocasiones he visto que la puerta se abre. En las dos, un ataúd era llevado al exterior. Del interior, varios rostros pálidos y envejecidos contemplaban la maniobra.
Pienso en que, sin yo quererlo, he sido partícipe de un juego en el que los dados han estado cargados hacia el negro; hacia una cara en la que cada punto ha reventado y sólo ha dejado una gran mancha. Entonces yo cierro los ojos y sé que detrás de esa negrura invariablemente está la puerta; una puerta que nadie quiere abrir porque el hacerlo significa que por ahí habrán de llegar los hombres que alternativamente traen o un ataúd o una camilla. Ninguna cosa más. Sin embargo, todos los que viven en ese lóbrego edificio saben que cada vez que abren la puerta, es la muerte quien aprovecha esa oportunidad y se desliza al interior. Es así como, una vez que se han llevado al enfermo o al cadáver, la puerta se cierra y la muerte permanece ahí, observando desde sus órbitas vacías a los ancianos, buscando de entre ellos a aquel que habrá de ser la siguiente llave al exterior; al aire que por unos minutos habrá de recorrer cada rincón del edificio, aclarando el rosto impávido de toda esa gente entre la que habrá de hacer su próxima elección.

Callar

Los veo y sé de su capacidad de abandonarse al mal, de simplemente agachar la cabeza y dejarse envolver por las enormes alas que van cubriendo el cielo. Bajo su sombra, todos callan y entonces el silencio se levanta, traslúcido, como una cortina hecha de palabras que nadie puede oír.

Porque en el centro están los muertos.

Y todos saben dónde están y tienen miedo de decirlo; de que sus palabras los acerquen a los cuerpos que nunca terminan de pudrirse en la memoria; aquellos que se doblan y que abren sus bocas en señal de mudo horror; extendidas las manos y los pies y los nervios que se agitan renegridos y secos como las ramas de un árbol que nadie quiere ver.

Porque todos saben dónde están y todos callan.

sábado, 1 de marzo de 2008

Vidas y Obsesiones

Pequeños galería de personajes en los que la obsesión funde la vida; la abrasa.

Recojo estos trazos y los traigo aquí. Nada que agregar, por ahora.

Ferdinand Cheval (1836-1924). Caso paradigmático de artista marginal. Empleó 33 años en construir lo que él denominaba el palacio Ideal. El francés Cheval trabajaba de cartero. Un día de 1879, mientras hacía su ronda, tropezó con una piedra que, según aseguró, por su forma y características fue la inspiradora del palacio. Por la noche volvió a ese lugar a por más piedras. Durante los 33 años siguientes se dedicó a recoger piedras de forma “agradable”, aprovechando su ruta de cartero. Se las metía en los bolsillos, y al final utilizaba una carretilla. En una placa inscribió: “10.000 jornadas, 93.000 horas, 33 años de esfuerzos”. Lugar inhabitable, fruto de lecturas sin esquema y sueños angustiosos, el palacio que construyó posee capillas, laberintos, rosetones, cascadas, columnas, salas inútiles, frutas y árboles de piedra, todo remite al cielo y al infierno. Quiso ser enterrado en su palacio, pero las autoridades se lo prohibieron, entonces dedicó los días que le quedaban a construirse un mausoleo en el cementerio de Hauterives, en la provincia de Drôme, donde está enterrado. El palacio fue declarado en 1969 patrimonio cultural.

Daniel Johnston (1961). Músico y pintor de culto, nacido en Sacramento, California, hijo de cristianos fundamentalistas. Diagnosticado de una grave enfermedad mental, su primer internamiento se dio la misma noche en que la MTV le dedicara un programa. Ha grabado 26 álbumes, cientos de canciones en casete, y posee miles de dibujos en libretas en los que representa a sus héroes: Capitán América y The Beatles, pero como antropomórficas criaturas tocando un piano para niños. Se dio a conocer en la época en que regalaba sus grabaciones en casete en las calles de Austin. Músicos de reputado prestigio han mostrado su admiración por quien consideran un “genio de la pureza”. La fama le sobrevino cuando, en 1992, el fallecido cantante de Nirvana, Kurt Cobain, salió en la televisión con una camiseta de Daniel Johnston. Inmediatamente, miles de jóvenes de todo el mundo empezaron a preguntarse quién era ese hombre. De él se cuenta que tras una grabación empujó a una anciana desde un segundo piso, ya que “estaba poseída por el diablo”. En estos últimos años sus biógrafos lo ubican en Houston, en el garaje de la casa de sus padres, rodeado de montañas de cómics, donde, según afirma, se pasa el día componiendo canciones, fumando cigarrillos y soñando. En 2006 fue incluido en la Bienal del Whitney Museum of American Art, todo un hito, referente y esperanza para tantos otros artistas marginales. Se mantiene gracias a una estricta medicación.

David Nebreda (1952). El artista madrileño David Nebreda constituye quizá el caso más radical de obra y vida outsider, lo que en su caso son la misma cosa. Su obra consiste en series y series de autorretratos, nunca manipulados, hechos en la más absoluta reclusión, que suelen remitir a temas religiosos, siempre cargados de un claro simbolismo ascético, y con una fuerte presencia del autocastigo. Nebreda pinta con su propia sangre, y utiliza sus propios excrementos. Una de sus obras más conocidas es la de su rostro cubierto por excrementos, que acumuló durante tiempo en su nevera con ese fin.
Nebreda lleva una vida absolutamente aislada, no sale de su casa de dos habitaciones, no ve la televisión ni lee periódicos, no mantiene contacto social con absolutamente nadie. Diagnosticado de esquizofrenia, hace años que ha renunciado a cualquier medicación. No consume droga alguna ni legal ni ilegal, y lleva una estricta abstinencia sexual. Con una técnica fotográfica impecable, sus autorretratos son casi lo único que conocemos de él. No es el paradigma del artista “loco” y arbitrario. Al contrario, su vida es una mecánica organización. La crítica liga su tratamiento de las formas y de la luz a la obra de El Greco. La exposición individual que se le dedicó en París en 2000 lo dio a conocer al mundo como quizá el artista outsider vivo –conocido– más importante. Lo más probable es que ese dato Nebreda ni lo conozca.