lunes, 11 de mayo de 2009

Coordenadas de una despedida



El hombre lleva a cabo un misterioso ritual de despedida, algo que ha nacido en él de forma natural, como quien sencillamente da un paso atrás para alejarse, para ponerse detrás de un cristal que lo protege del sonido, de la temperatura, de la textura de un mundo que se vuelve ajeno a cada instante.
El ritual inicia con un peregrinaje. Así, el hombre recorre el mundo para atesorarlo; lo contempla, lo escucha, lo huele, acaso lo toca y, antes de retirarse, lo captura en una imagen; va trazando el mapa de una realidad, sus desnudas coordenadas.
Cuando ha creado un mosaico de esas imágenes, ya no le es posible percibir la realidad.
Antes de irse, contempla una vez más su gran mosaico; hace un último esfuerzo, desesperanzado, por pulsar la vitalidad que debe estar oculta detrás de las imágnese pero los recuerdos se le escapan. Mira esas imágenes, siente algo parecido a la tristeza, a una suerte de conmiseración por el hombre en el que se ha convertido y llora un poco. Después apunta el arma a su sien y acciona el gatillo.

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